No, no es un título fantasioso, es lo que le ocurre al protagonista de la primera historia. Y no, no es un personaje, es una persona real, es lo que le pasaba a una persona real, que entre otras cosas cogió a su mujer por la cabeza para ponérsela confundiéndola con el sombrero.
Y así más historias, historias clínicas presentadas por el neurólogo Sacks, conocido por sus libros de divulgación científica y muy popular a partir de que su obra Despertares fuera llevada al cine.
El libro comienza suscitando sonrisas imposibles de reprimir a pesar de que sepamos que son enfermos. Enfermos que encuentran un buen día una extraña pierna en su cama y la tiran, asombrándose al ver que ellos caen detrás y sin admitir por ello que la pierna sea suya.
Gente que oye canciones con total exactitud anteriores a sus cuatro años de edad y que nunca recordó antes. Personas que no saben hacer cálculos matemáticos pero hallan números primos de doce cifras. Jóvenes que no saben arreglarse pero dibujan con fidelidad un objeto visto anteriormente una sola vez o representan magistralmente obras de teatro.
Y así, decenas de casos conmovedores a los que Sacks despoja de toda exhaustividad clínica para presentar una medicina humana y humanista. Humana, porque una de sus afirmaciones es que al enfermo se le conoce mejor en su ambiente que en la clínica o la residencia, y él los visita, se mete en sus casas si hace falta. Humanista, porque no pierde de vista a filósofos y obras literarias cuyos comentarios salpican la obra y porque la Neurología no la presenta como una ciencia física o química, sino como un arte de comprensión del cerebro humano, donde reposa su mente/alma.
Creo que he leído el libro con absoluta rapidez (en horas sueltas de dos tardes) porque se trata de una lectura que debí hacer al menos cuando apareció en 1985 (en español no aparecerá hasta 2002). Hasta esa época leí bastante sobre casos clínicos. Comencé en el bachillerato por Freud y me fascinó su forma de presentar las historias clínicas estudiándolas igual que Sacks, al hilo de numerosas referencias culturales, musicales, filosóficas y literarias. En la carrera, tuve oportunidad de enriquecer los casos clínicos con los estudios antropológicos y me dio por dedicarme a relacionar lenguaje y semiótica con lo que iba leyendo. Hasta asistí a clase de Castilla del Pino y pedí su consejo para uno de los estudios que hice. Castilla fue siempre uno de los psiquiatras que más relación estableció entre lenguaje y psique, y no ya como realidad, sino como método clínico (su hermenéutica del lenguaje es aún para mí un verdadero descubrimiento). En aquellos años este libro me hubiese gustado tanto o más que ahora porque probablemente me habría servido de referencia en alguno de los trabajos.
Sacks corresponde perfectamente a esa época en la que la Neurología aún podía entenderse de una manera "romántica" como dice él mismo a propósito de Luria. El médico se esfuerza no sólo en comprender la mente, sino en comprender a la persona, incluso, comprender su alma. Aunque no rompe el hilo místico, Sacks no evita mencionar las causas fisiológicas de las alteraciones. Sin embargo, no las convierte en su único objetivo, ni tampoco en su único tratamiento.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes de la obra es comprobar que ciertos enfermos no querían curación -otros sí, y se la agradecieron eternamente-, habían encontrado con sus alteraciones una forma de estar y ser en el mundo que para ellos no era anormal, sino propia, característica de ellos mismos. Uno de los pacientes con síndrome de Tourette llega a sentirse anulado con el tratamiento que le quita los espamos, pero lo hace vivir lentamente, y decide vivir entre semana con el tratamiento para poder llevar adelante su trabajo de forma convencional, pero no tomarlo los fines de semana, para seguir siendo en su tiempo libre tal como siempre había sido: un "enfermo" feliz.
El libro, por tanto, más allá del valor médico -poco interesante para nosotros, lectores comunes- tiene un valor filosófico, en cuanto nos obliga continuamente a plantearnos y replantearnos nuestra esencia como seres humanos, el valor de nuestra identidad, nuestras relaciones sociales.
Las historias, narradas con detalle y emoción -Sacks no ahorra sentimentalismo-, nos llevan desde esa sonrisa primera del absurdo de la alteración, hacia una pesadumbre suave que finalmente el autor se empeña en convertir en algo de esperanza. Sin llegar a la antipsiquiatría, Sacks pone de manifiesto los errores que comete la ciencia empeñándose en estudiar al ser humano mecánicamente; errores que también comete la sociedad, maniática de la homogeniedad, forzando a los enfermos a conseguir las habilidades de que carecen, en lugar de potenciarles las que tienen.
Respecto a los aspectos básicos de la Neurología, quedan claros dos fundamentos: el cerebro como una topografía, y su plasticidad. Efectivamente, puede decirse que todas las alteraciones tienen su origen en alguna afectación física del cerebro o del Sistema Nervioso Central, pero igualemente, el cuerpo, el cerebro, dispone de mecanismos para compensar sus propias alteraciones adjudicando misiones a nuevas áreas o funciones.
Pero naturalmente, no todo queda ahí, son muchos los interrogantes -y son eso, porque no pretende darles respuesta- que el autor va dejando al hilo de las historias clínicas.
Aunque se aventura a dar su impresión, no impone nunca opiniones y básicamente, deja que el lector construya sus propias conclusiones a partir de los datos orientativos que proporciona.
Igualmente, aparecen asuntos recurrentes en los diferentes casos, entre los que destacan la memoria y la música. De la primera, se llega a decir que es la esencia del ser humano -y no es difícil demostrarlo a tenor de las historias-, además, que lejos de concebirse como un registro estático, la memoria es una construcción humana dinámica. Respecto a la música, llama la atención su potencial ordenador, estructurador de las reacciones mentales como para construir recuerdos o movimientos u otras operaciones.
Si quieres saber más sobre su obra, puedes leer la siguiente entrevista que Eduard Punset hizo a Sacks pinchando en la foto.
Un libro delicioso para las personas que confunden la mente con el cerebro.