Este libro, de un más que polémico Rajneesh Chandra (Osho), aborda la cuestión de la búsqueda individual del sentido de la vida desde un punto de vista del pensamiento oriental budista.
Osho está de acuerdo con la crítica de la filosofía occidental a la religión, comparte con Nietzsche la frase “Dios ha muerto”, es más, cree que nunca existió, (una gran mentira que casi se convierte en verdad). Osho cree que si Dios existe, el hombre es un títere manejado por él, pero eso es mentira, Dios no existe y el hombre es libre.
Después de una crítica a la religión, sobre todo a las religiones monoteístas, también hace una crítica a la filosofía occidental por considerarla incompleta y negativa al dejar al ser humano ante la desesperación, el vacío, la falta de significado a su existencia, la locura o el suicidio. Dios era mentira, pero era un consuelo que conectaba al hombre a la existencia, un consuelo frente al miedo, la ansiedad, el más allá, la oscuridad… Osho dice que, muerto Dios, no hay raíces con la existencia, pero el hombre, como los árboles, no puede vivir sin raíces, necesita estar relacionado con la existencia, enraizado con ella, y para ello, según Osho, sólo hay el camino de la meditación (Zen), para descubrir la verdad en el interior, tomar consciencia de la existencia y sentirse parte de ella como forma de comprender la eternidad de la que el ser humano forma parte. La alternativa que presenta Osho ante el materialismo y la falta de sentido en occidente consiste en convertirse en un Buda, un iluminado que crece más allá de la mente y del cuerpo para sentirse parte de la existencia eterna.
Este libro es bastante interesante, por un lado, por la demoledora crítica que hace de la religión y de la idea de Dios; y por otro, porque presenta y da a conocer un pensamiento que nos es poco conocido, el Budismo, una forma de espiritualidad individual en una religión sin Dios, aunque para algunos, más que de una religión, cuando hablamos del Budismo hablamos de pensamiento ético.
Es un libro aconsejable para quienes tienen curiosidad e inquietudes en la cuestión del sentido de la vida o las religiones pues lleva a la reflexión y al contraste entre el pensamiento religioso y el pensamiento filosófico, también entre el materialismo y distintas formas de entender la espiritualidad.
Bartolomé Miranda Jurado (profesor de Filosofía)
Osho está de acuerdo con la crítica de la filosofía occidental a la religión, comparte con Nietzsche la frase “Dios ha muerto”, es más, cree que nunca existió, (una gran mentira que casi se convierte en verdad). Osho cree que si Dios existe, el hombre es un títere manejado por él, pero eso es mentira, Dios no existe y el hombre es libre.
Después de una crítica a la religión, sobre todo a las religiones monoteístas, también hace una crítica a la filosofía occidental por considerarla incompleta y negativa al dejar al ser humano ante la desesperación, el vacío, la falta de significado a su existencia, la locura o el suicidio. Dios era mentira, pero era un consuelo que conectaba al hombre a la existencia, un consuelo frente al miedo, la ansiedad, el más allá, la oscuridad… Osho dice que, muerto Dios, no hay raíces con la existencia, pero el hombre, como los árboles, no puede vivir sin raíces, necesita estar relacionado con la existencia, enraizado con ella, y para ello, según Osho, sólo hay el camino de la meditación (Zen), para descubrir la verdad en el interior, tomar consciencia de la existencia y sentirse parte de ella como forma de comprender la eternidad de la que el ser humano forma parte. La alternativa que presenta Osho ante el materialismo y la falta de sentido en occidente consiste en convertirse en un Buda, un iluminado que crece más allá de la mente y del cuerpo para sentirse parte de la existencia eterna.
Este libro es bastante interesante, por un lado, por la demoledora crítica que hace de la religión y de la idea de Dios; y por otro, porque presenta y da a conocer un pensamiento que nos es poco conocido, el Budismo, una forma de espiritualidad individual en una religión sin Dios, aunque para algunos, más que de una religión, cuando hablamos del Budismo hablamos de pensamiento ético.
Es un libro aconsejable para quienes tienen curiosidad e inquietudes en la cuestión del sentido de la vida o las religiones pues lleva a la reflexión y al contraste entre el pensamiento religioso y el pensamiento filosófico, también entre el materialismo y distintas formas de entender la espiritualidad.
Bartolomé Miranda Jurado (profesor de Filosofía)
4 comentarios:
Mi querido e inefable Bartolomé...sigo pensando que hay más compatibilidades de las que pensamos...lo cierto es que Dios ha dado mucho que pensar...ya sabes lo manido del dicho de que "no hay nadie que hable más de Dios que los ateos...un mua
Esa es una verdad a medias. Seguramente quienes más se ocupen de Dios sean los creyentes, sacerdotes, beatos, etc.; y seguramente mientras haya personas que afirmen su existencia habrá quienes la nieguen. Así debe ser,digo yo, ¿no?.
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MUY PERSONAL
Benjamin Wiker
La `conversión´ de Flew, el amigo ateo de C.S. Lewis
Entrevista con Anthony Flew. Durante los últimos cincuenta años, el ateo más famoso del mundo ha sido Anthony Flew. Mucho antes de que Richard Dawkins comenzara a atacar a la religión, Flew era el portavoz de los no creyentes, pero ahora Flew es el más famoso converso del mundo.
En 1966 escribió su obra God and phylosophy (“Dios y la filosofía”) y en 1984 The presumption of atheism (“La presunción de ateísmo”). En ambas mantuvo una postura “evidencialista” según la cual debe presuponerse el ateísmo hasta que no se presenten evidencias de lo contrario. No obstante, éste ha parecido ser recientemente el caso, a juzgar por su último trabajo There is God (“Hay Dios”), que Flew considera su última palabra sobre el tema. “Debo decir –declara- que el viaje de mi descubrimiento de lo divino ha sido hasta ahora un peregrinaje de la razón. He seguido el argumento hasta donde me ha conducido”. Aquí ofrecemos para el público de lengua española la traducción de la entrevista realizada por el Dr. Benjamín Wiker para www.tothesource.org.
Anthony Flew, londinense nacido en 1923, es hijo de un ministro metodista. Mientras se graduaba asistió regularmente a las tertulias organizadas por C. S. Lewis en su denominado “Club Socrático” pero, sin embargo, no se dejó seducir por los argumentos de Lewis a favor de la existencia de Dios y expuestos en su obra Mere christianity. Durante la Segunda Guerra Mundial estudió japonés en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y fue oficial de inteligencia en la RAF. Ha sido profesor de filosofía en la Universidad de Aberdeen y en la de Keele, en esta última durante veinte años. Entre 1973 y 1983 fue profesor de filosofía en la Universidad de Reading y, después de jubilarse, ha sido profesor a tiempo parcial en la Universidad de York, en Toronto, Canadá.
Benjamín Wiker: Usted dice en Hay Dios que “es posible que nadie esté más sorprendido que yo de que mis investigaciones acerca de lo divino hayan pasado, después de todos estos años, desde la negación al descubrimiento”. Los demás pueden también estar muy sorprendidos, quizá tanto más cuanto que el final parece ser muy repentino. Pero en Hay Dios encontramos que en realidad ha sido un proceso muy gradual, una “migración de dos décadas”, como usted dice. Dios fue la conclusión de un argumento bastante largo. Pero ¿no hubo en esa argumentación un punto en el que usted se encontró bruscamente sorprendido al darse cuenta de que, después de todo, “hay Dios”? En algún sentido, ¿”escuchó usted una voz” dentro de la misma evidencia que decía “me oyes ahora”?
Anthony Flew: Había dos factores en especial que fueron decisivos. Uno fue mi creciente empatía con la idea de Einstein y de otros científicos notables de que tenía que haber una Inteligencia detrás de la complejidad integrada del universo físico. El segundo era mi propia idea de que la complejidad integrada de la vida misma –que es mucho más compleja que el universo físico- solo puede ser explicada en términos de una fuente inteligente. Creo que el origen de la vida y de la reproducción sencillamente no pueden ser explicados desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para hacerlo. Con cada año que pasa, cuanto más descubrimos de la riqueza y de la inteligencia inherente a la vida, menos posible parece que una sopa química pueda generar por arte de magia el código genético. Se me hizo palpable que la diferencia entre la vida y la no-vida era ontológica y no química. La mejor confirmación de este abismo radical es el cómico esfuerzo de Richard Dawkins para aducir en El espejismo de Dios que el origen de la vida puede atribuirse a un “azar afortunado”. Si este es el mejor argumento que se tiene, entonces el asunto queda zanjado. No, no escuché ninguna voz. Fue la evidencia misma la que me condujo a esta conclusión.
Wiker: Usted es famoso por argumentar a favor de una presunción de ateísmo, es decir, dados los argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios, el peso de la prueba cae en el campo de los teístas. Dado que usted cree que sigue a la evidencia hasta donde ésta le conduce, y le lleva hasta el teísmo, parece que ahora las cosas van justo al contrario, de manera que la carga de la prueba cae en el campo de los ateos. Debe probarse que Dios no existe. ¿Qué piensa usted de esto?
Flew: He destacado en mi libro que algunos filósofos ciertamente han aducido que en el pasado la carga de la prueba estaba en el campo de los ateos. Creo que los orígenes de las leyes de la naturaleza, de la vida y del universo señalan claramente a una fuente inteligente. La carga de la prueba recae sobre los que argumentan lo contrario.
Wiker: Como prueba, usted cita la mayoría de la ciencia reciente, sin embargo usted subraya que su descubrimiento de lo divino no llegó a través de “experimentos y ecuaciones” sino más bien “a través de un descubrimiento de las estructuras que desvelan el mapa”. ¿Puede explicar esto? ¿Significa que la evidencia que le llevó hasta Dios no es verdaderamente, en esencia, científica?
Flew: Fue la evidencia empírica, la evidencia descubierta a través de las ciencias. Pero fue una deducción filosófica extraída de la evidencia. Los científicos como tales no pueden hacer esta clase de inferencias filosóficas. Tienen que hablar como filósofos cuando estudian las implicaciones filosóficas de la evidencia empírica.
Wiker: Obviamente, usted conoce la avalancha de libros recientes escritos por ateos como Richard Dawkins y Christopher Hitchens. Ellos creen que los que creen en Dios viven en el pasado. Pero usted parece afirmar educadamente que son ellos los que viven en el pasado, en tanto que la última evidencia científica tiende –o incluso quizás demuestra- fuertemente hacia una conclusión teísta. ¿Es una descripción justa de su posición?
Flew: Ciertamente. Añadiría que Dawkins es selectivo hasta llegar a ser deshonesto cuando cita las opiniones de los científicos acerca de las implicaciones filosóficas de los datos científicos. Dos filósofos de renombre, un agnóstico (Anthony Kenny) y un teísta (Nagel), han señalado recientemente que Dawkins no aborda tres cuestiones principales para plantear racionalmente la cuestión de Dios. Tal y como sucede, estas son las mismas cuestiones que me han conducido a aceptar la existencia de Dios: las leyes de la naturaleza, la vida y su organización teleológica y la existencia del Universo.
Wiker: Usted señala que la existencia de Dios y la existencia del Mal son realmente dos cuestiones diferentes, que necesitan por tanto dos investigaciones separadas. Pero en la literatura popular –incluso en gran parte de la literatura filosófica- las dos cuestiones aparecen con frecuencia mezcladas. Entre los teístas especialmente, se presume que la no existencia de Dios se sigue de la existencia del Mal. ¿Cuál es el peligro de tal inferencia? ¿Cómo respondería usted ahora en calidad de teísta?
Flew: Debo dejar claro que soy un deísta. Aunque yo no acepto ningún tipo de revelación divina, me encantaría estudiarla (y seguir haciéndolo en el caso del cristianismo). Para el deísta, la existencia del mal no supone ningún problema porque el Dios deísta no interviene en los asuntos del mundo. Lógicamente, el teísta religioso puede volverse hacia la defensa de la voluntad libre (de hecho, soy el primero que acuñó la expresión defensa de la libre voluntad). Otro cambio relativamente reciente en mis opiniones filosóficas es mi afirmación de la libre voluntad.
Wiker: Según Hay Dios usted no es lo que podría llamarse un “teísta débil”, es decir, las pruebas no le llevaron meramente a aceptar que hay una “causa” de la Naturaleza, sino a “aceptar la existencia de un ser auto-existente, inmutable, inmaterial, omnipotente y omnisciente”. ¿Está usted lejos de aceptar que este ser es una persona y no un conjunto de características, por precisas que estas puedan ser? Estoy pensando en la afirmación de C. S. Lewis de que un acontecimiento crítico para él, a la hora de aceptar el cristianismo, fue percatarse de que Dios no era un “lugar” –un conjunto de características, como un paisaje- sino una persona.
Flew: Yo acepto el Dios de Aristóteles, que comparte todos los atributos que usted cita. Como Lewis, creo que Dios es una persona, pero no el tipo de persona con el que se puede conversar. Es el ser último, el Creador del Universo.
Wiker: Piensa usted escribir otro libro después de Hay Dios?
Flew: Como digo al principio del libro, este es mi voluntad última y mi testamento.
Fuente: www.tothesource.org. Traducción: El Manifiesto. Edición: Protestante Digital
Benjamin Wiker es escritor y profesor del St. Paul Center for Biblical Theology
© W. Benjamin, ProtestanteDigital.com (España, 2008).
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