domingo, 13 de enero de 2008
La novia cadáver
La Novia Cadáver -cuya web presentamos arriba- es una obra suficientemente conocida de Tim Burton. Sin embargo, me animo a publicar aquí una crítica no sólo por aportar mi visión personal, cuanto por animar a incluir en nuestro club valoraciones no sólo de libros -aunque son siempre nuestro principal centro de interés- sino de películas, música o cualquier otra manifestación artística.
Veo la película a partir de una edición limitada en caja de lata con dos deuvedés, una forma que sin duda pone en valor un filme que de por sí es considerado artístico. Efectivamente, lo que más llama la atención de la película es su calidad técnica. Los planos y los movimientos de este rodaje fotograma a fotograma resultan impresionantes: la mariposa, el velo, el piano, el perro... todas las secuencias encierran alguna sorpresa visual teniendo en cuenta la técnica que se usa. Los diseños de los cadáveres impresionan por la gracia con la que se ha sabido dar carácter a los esqueletos.
Frente a esta maravilla, surgen las otras decepciones: una banda sonora plana y tópica que explota todos los manidos recursos de los musicales con las más ramplonas melodías, una historia breve, de cuento, que se desliza suave y cuyo final no sabe desenredarse... En fin, unos aspectos que desmerecen de una película visualmente impecable.
No cabe duda de que estamos ante una nueva muestra de la burtonobsesión: misma estética, mismos actores (aunque Deep no se oiga en la versión doblada al español), misma temática mortuoria (que en Pesadilla antes de Navidad, su obra maestra todavía). Y esa burtonobsesión constituye también una de sus agradables sensaciones. Tim Burton ha sabido formar una escuela estética con su nombre y sello que destila sencillez infantil, sensibilidad, gracia, sorpresa, humor suave, lo mismo en esta película, como en Pesadilla, como en Eduardo Manostijeras.
Sin embargo, en la Novia Cadáver, la historia cae y se reblandece en una sensación de no haber sabido apurar ni resolver las magníficas propuestas que parecían avecinarse. En la historia, por ejemplo, una de las cuestiones llamativas es que las oponentes cuentan ambas con el favor del público: tanto la novia cadáver como la novia viva resultan simpáticas. Sin embargo, la resolución final, se hace a favor de un descubrimiento espontáneo del personaje, recurso típico de los finales irresolubles: si no sabes cómo acabar, haz que el personaje opositor ceje en su intento.
¿Podríamos a pesar de todo pasar sin verla? Sin duda, no.
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