A sangre fría es la novela más famosa de Truman Capote. Digo novela, aunque en realidad es una crónica novelada de un hecho real. Esto hizo a su autor, vanidoso él e ignorante del realismo europeo, proponerse como inventor de un supuesto nuevo género: la novela de no ficción (non fiction novel).
La obra recoge el asesinato que dos delincuentes reincidentes y de moral desestructurada cometen contra una familia a la que asesinan casi sin necesidad frutrados por no encontrar un botín que creían en el hogar.
La familia asesinada (padre, madre, hija e hijo) constituyen un ejemplo metódico y metodista de la familia perfecta (para los norteamericanos medios) en todos los sentidos, verdadero polo opuesto de los asesinos (típicos asesinos norteamericanos también, desarraigados y viajantes). El hecho conmovió en su momento porque rezumaba crueldad y sin razón y volvía en el fondo a todos un poco más vulnerables.
Truman Capote comenzó enseguida la investigación desplazándose al lugar de los hechos, entrevistando a cientos de personas e incluso intimando con los asesinos a los que llegó a ayudar en su defensa. De aquellas anotaciones y experiencia surge esta A sangre fría, novela de magníficos excesos. El relato minucioso de los hechos queda en un reducto con el más minucioso relato de todas y cada una de las personas del mundo que pudo estar relacionada con el hecho incluso en tercer grado. Así nos encontramos a personajes que conocieron a conocidos de los protagonistas. Y no son personajes que simplemente se nombran. Todos y cada uno aparecen como personas completas y tienen sus páginas de gloria narrativa. Aunque magistralmente narrada, no deja de hacer pensar en ocasiones a qué vendría aquel exceso de derivaciones que nos lleva a personajes curiosos o aburridos nada importantes para la trama. Sin duda, Capote, trasnochado y antiguo, nació en lugar equivocado y tiempo distraido, cuando mejor hubiera estado en nuestro espléndido realismo europeo. Nada envidiaría Clarín ni Galdós de este autor creído, que más que innovador era un tradicional buen contador de historias en las que sabe describir mejor que muchos. No ha sido esta forma de literatura extraña en absoluto (periodismo literario), conocemos miles de casos, y para mencionar uno famoso y más reciente podría traer a García Máquez, y Noticia de un secuestro, donde el escritor periodista demostró ser menos excesivo que Capote pero más efectivo.
A pesar de que las quinientas páginas quedarían mejor en doscientas, Truman Capote dejó hecho todo el trabajo a los guionistas de la película pues bastaba con ir al hecho nuclear que ocupa pocas páginas. Y se han hecho varias películas, no sólo de la novela, sino también de la investigación que llevó a cabo Capote (algunas películas no lo dejan en buen lugar al acusarlo de manipular su relación con los asesinos para obtener más éxito).
Sin embargo, a pesar de saberse uno llevado fuera de los límites de la historia, no puede dejar de leer una historia vulgar contada de manera absorbente.
sábado, 12 de julio de 2008
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2 comentarios:
Es como en los viejos juicios americanos.
Los doce que presentan su carta de " naturaleza", son seres sin alma que esperan realizar la misma acción en parajes más lejanos. Donde la justicia no llegue.
No obstante, es una magistral novela del/a novelista más odiado por todos los que no sabían escribir novelas en las que el amor era tan poco interesante que tuvo que escribir " Desayuno con diamantes" para que los grandes tecnócratas del cine imaginaran a sus mujeres asesinadas.
Capote siempre excelso, os recomiendo sus cuentos y sobre todo uno que prefigura lo que escribirá en "A Sangre Fría" "Ataúdes tallados a mano", imprescindible... Gracias Miguel por hablar del maestro Capote
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