jueves, 9 de junio de 2011

El último librepensador de los Premios Nobel de Literatura

Cuando, en 1963, publicó Vargas Llosa " La ciudad y los perros" se pensó que podría ser uno de los puntales de una nueva manera de narrar, denominada posteriormente como el "boom iberoamericano". Nada que objetar desde el punto de vista técnico : una nueva forma de narrar, un deseo implacable y subjetivo de anteponer los adjetivos a los números, una frase entrecortada que, con la indignación que ofrecían los hechos narrativos ( inventados por el autor- lógicamente) presuponían una verdad que parecía indiscutible.El argumento es bien lógico para la época de su publicación: gira todo él en torno al rechazo de los sistemas impositivos, dictatoriales y hoy, llamados intencionadamente autoritarios por publicaciones de dudosa valía, aunque no institucional.

La entradilla del artículo no tiene más justificación que enlazarla con otra de las novelas del autor al que con un circumloquio poco original me refiero en el título que encabeza el escrito: " La fiesta del Chivo". Esta es del 2000;digo su publicación, porque su trama es similar- no en el desarrollo de los hechos, pero sí en el tema central que la encuadra- a la anterior. Leónidas Trujillo "invade con su fuerza el espíritu de la República Dominicana". Ejecuta, exilia, viola, maltrata al polen de las flores más primaverales e incluye en su nómina a todo aquel bien- en sentido económico- que soporte sus ya bien cargados bolsillos de franela.

Tiene esta novela pocos logros técnicos desde el punto de vista narrativo. Se sirve de las novelas de Simenon ( recordemos que este autor vive en Paris desde hace tiempo), de Chandler, de la novela política de los años de posguera española, de la trama cinematográfica creada por el Imperio ( bien realizada, por cierto)... para acabar denunciando los horrores de la etapa trujillana de la república mencionada.

Entre ellas,en 1969, aparece " Conversación en la Catedral". Esta es la novela que me ha hecho escribir la crítica que presento. Esta es la novela que me ha hecho reflexionar sobre la capacidad ética de este escritor que se cubre de liberal y antifascista con los argumentos que presenta en los títulos anteriores.

Vargas Llosa es un encubridor, un falso dialecto de un idioma que es la libertad, de la cual se sirve aparentemente para mostrar su lado más solidario. Son capítulos en los que un lector no avezado puede interpretar que rechaza los regímenes caudillistas, las dictaduras militares, las imposiciones de los plutócratas. Pero, nada más lejos de la realidad. En verdad, les está haciendo el juego que a los poderosos interesa: te muestro la crueldad, la relato como muy rechazable, escupo a la cara de los prepotentes, defiendo a los pobres faltos de libertad dándole pistolas para defenderse, creo personajes chulescos y bárbaros y derroco a las dictaduras que me sirven de base ( Trujillo,Odría...) .




Por supuesto, que nadie espere que haya una manifestación a favor de estos sistemas de gobierno de manera directa. No. Mario Vargas Llosa puede ser fariseo, pero no ingenuo; los ingenuos son quienes dan los grandes premios. A Vargas Llosa hay que leerlo- como a casi todos os escritores sudamericanos- entre líneas. Ahí es dosde esconde el verdadero sentido sus narraciones, ahí es donde deja escapar su auténtico sentido las palabras; donde el lector medio ve una trama policiaca ( La Fiesta del Chivo); una novela cuartelaria ( La ciudad y los perros) y una novela innovadora ( Conversaciones en la Catedral).




Ha sabido, este "facha" cubrir sus intenciones con la técnica, la virtud acaparadora de las palabras y la creación de personajes odiosos para todos. Un auténtico sabio, un muy cierto Premio Nobel.




PD. La palabra "facha" aunque digan lo contrario, aún sigue vigente. No es ningún arcaísmo.