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La obra parte del sencillo tópico por el cual el hijo visita al padre para que le cuente su vida. A partir de ahí mezcla las dos historias -presente y pasado- en un entramado magnífico que le sirve para comentar su propio cómic, sus propias elecciones, incluso otros cómic, esto es, un metacómic ¿no?
La obra, de agradabilísima, sencilla y humana lectura -a pesar de estar dibujada como animales- no hace ninguna concesión a las mentiras idealistas, tan típicas de las películas sobre la época con nazis diabólicos y santísimos judíos. Aquí sufrimos y comprendemos que fue una tragedia injusta e inhumana sin necesidad de que se nos mienta. El protagonista, que tanto sufrió en los campos nazis, es luego un avaro racista contra los negros, no se oculta la existencias de judíos colaboracionistas o de polacos pronazis, ni siquiera el autor, Art Spiegelman se presenta como un buen hijo; todo parece tan real, que no cuesta vivir la historia.
Por eso Maus es un ejemplo para todos, porque hoy día, toda esa gente que habla de la capacidad crítica y esas cosas, son en realidad unos mentirosos, entienden por capacidad crítica la posibilidad única de criticar a quienes no piensan como ellos y son incapaces de aceptar que la historia no se hace con mentiras (confunden historia con propaganda). Maus no es propaganda, ni progresismo barato, Maus es un pedazo de obra de arte hecho con pedazos de seres humanos auténticos.
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