Dicen que las dictaduras son horribles, trágicas y muy penosas; mas, los años finales de las mismas se convierten en los más peligrosos. Los que han padecido el abuso del tirano creen comenzar a ver la salida del túnel y, sin apenas notarlo, van dando argumentos a los últimos perros de la jauría, para poder dar su último bocado a la carne que sólo desea libertad. “ La piel del zorro” se hospeda en un ambiente similar al antes descrito: los últimos días de Ceaucescu en la Rumanía comunista-¿comunista?, ¿existe el comunismo? O todo fue como un sueño-; en la larga sombra que proyectó desde el año 1965 hasta el 1989, año en que caería fusilado por los mismos adláteres que antes lo habían adulado y temido.
Pero… ¿es nuestro título una novela de corte político? Categóricamente, no. El régimen de Ceaucescu sólo es el telón de fondo que sirve de escenario a una novela cargada de aún muchas más intenciones y trasfondo. Bien es verdad que todos los actos de los principales personajes se ven absolutamente condicionados por el aire de la dictadura. Negativamente, ¡claro! (sabemos con total convicción y conocimiento – aunque breve-que una dictadura no ofrece ninguna migaja de esperanza ni optimismo). Estos personajes, urbanos la y rurales, míseros en la mayoría de las ocasiones, se asemejan a lo largo de toda la trama a fantasmas que pululan por calles “desmadejadas”, terrizas, sucias… Adina es una maestra de escuela de la que pende la espada de Damócles a lo largo de la historia. Paul es su amante; Paul es el médico que trabaja en un hospital monótonamente. Es su apoyo y, como ella, detesta la dictadura. Esta primera pareja, se ve complementada por Pavel- un agente de la Securitate ( la policía represora del régimen ) y Clara, una joven que también hace el papel de amante de este último.
Circulan más personajes por la narración, pero no se trata en esta reseña de hacer una lista de los mismos, ni de sus intenciones, que son muchas . Interesa más comunicar cómo escribe Herta Müller.
Sorprende la brevedad de sus capítulos , el laconismo de sus frases, la concisión de sus imágenes, la fragilidad de sus palabras y la condensación de sus ideas.
Sorprende la belleza que desprende cada línea que vas ojeando, sorprende la mísera realidad que presenta; sorprende la tremenda crueldad que refleja; sorprende la ternura que brota de sus páginas; la valentía de poner en la boca de sus personajes los pensamientos más sórdidos; de ponerlos en la boca y de denunciarlos; sorprende… Incorpórense a sus páginas y verán.
En esta novela, aunque triste es su materia, sí hay esperanza. La esperanza de salir de esos años tan terribles de la dictadura; de esos años en los que el silencio ha sido la actitud de todas sus almas porque “ los hombres tenían mujeres, las mujeres tenían hijos y los hijos tenían hambre” como dice al final su autora, premio Nobel de Literatura 2009, Herta Müller
jueves, 18 de febrero de 2010
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