Aunque lógicamente la contracubierta pretende que el libro es un homenaje a la profesión, no puede encontrarse peor muestra de ello en este bodrio encuadernado.
El profesor de Frank McCourt es el ejemplo de un inútil de la profesión que reconoce no tener dominio ni del aula, ni de la materia, ni de las circunstancias y que para sobrevivir y mantener callados a sus alumnos se dedica años y años a contar su vida simplemente. Gracias a este libro se entiende no sólo la vida de McCourt, sino toda su producción literaria: no ha hecho otra cosa más que contar su vida (y se ha tirado años haciéndolo y cobrando por ello). Y cuando la escribe ya jubilado en su éxito
Las Cenizas de Ángela, primera parte de su autobiografía, Frank ya ha pulido la obra cientos de veces contándola a cientos de estudiantes a los que lo único que enseñaba era eso: su desgraciada vida (siempre se presenta como víctima). Después de la segunda parte que no menciono por no hacer publicidad, McCourt viendo que ya no le quedaba nada que hacer en el mundo literario, porque sólo sabe contar su vida, escribió este
El profesor que sirve de confesión de su fracasada carrera profesional: cuando va de excursión con el alumnado, la gente le recrimina que no haga nada por educarlos, pero a él le da igual, se deja llevar; cuando le insisten en que enseñe algo en clase, lo intenta, pero como algunos alumnos lo corrigen poniéndolo en evidencia, desiste y sigue con lo de contar su vida... No sólo tuvo la poca vergüenza de hacerlo -mientras cientos de profesionales se afanaban y se afanan en educar a alumnado en condiciones socioculturales muy duras- sino que siguió con la poca vergüenza de contarlo y cobrar en ambos casos por ser un profesor para olvidar. Menuda jeta, señor profesor.