Ahora que observo nuestra página de Crítica un tanto árida, sola y desamparada ( dicen que el espíritu crítico descansa en verano, al igual que las almas y los cuerpos) retomo una lectura que siempre me ha producido un placer espiritual considerable y nada obtuso: un sabroso viaje poético a Venecia lleno de impresiones que no son falsas, de insidiosas punzadas que despiertan la pasión más olvidada o de atávicas querencias en búsqueda del agua.
Porque " Marca de agua" es un fresco impresionista que aparece ante nuestros ojos, cargado de magníficas metáforas que acercan a la húmeda y fría ciudad veneciana al lector más desatento. Brodsky dice en este libro " la belleza está donde el ojo descansa". Y es ,en efecto, el ojo de Brodsky el que, a lo largo de dieciséis años de visitas invernales a Venecia, nos va mostrando a modo de apuntes- más propios de un Monet o de un Cezáne- esta ciudad, unas veces monumental , otras desalentadora, las más veces solitaria y sugerente, enormemente embaucadora y transparente en una niebla que parece no desaparecer de allí nunca. Esas idas y venidas de l´acqua alta se asemejan a las alternancias del alma triste o jocosa del poeta o del lector que se sumerge (nunca mejor dicho) en estas páginas creadas con la maestría del que sabe que la belleza puede residir , a veces, ( ¿ o casi siempre?) en las palabras.
Altamente recomendable, como diría un impostado criticucho de taberna.